De todos los alcaldes que he fotografiado Enrique Masó fue al primero que disparé (fotografías, claro está). Ahora en la Wikipedia se le cita como Enric, pero en aquellos años del franquismo era Enrique. Ejerció como alcalde de la ciudad del 17 de mayo de 1973 al 19 de agosto de 1975.
La Barcelona de los años 70
Barcelona estaba muy desatendida y sus barrios dejados de la mano de Dios. La presión popular y el malestar de los vecinos propiciaba que el alcalde de turno buscase un hueco en su agenda, invitase a la prensa y saliese de su cómodo y lujoso despacho para visitar los barrios de la ciudad más degradados y darse un baño de masas aunque fuese por la montaña de Montjuïc.
En una de estas salidas, acompañé a Masó y lo fotografié por las barracas de Can Tunis y los barrios de Montjuïc como Can Clos, con todo su séquito y los periodistas que hacían información local.
El último alcalde franquista
El 18 de septiembre de 1975, el entonces gobernador civil de Barcelona Rodolfo Martín Villa nombró alcalde de Barcelona a Joaquín Viola.
Esta vez fuimos al otro extremo de la ciudad y lo acompañamos a visitar las fábricas contaminantes de Poblenou y las barracas del Camp de la Bota.
Cuando llegó a las barracas, sus habitantes salieron eufóricos a recibirlo, esperando que el problema de su vivienda se solucionase. Aquel día viví la escena de Bienvenido, Mister Marshal de Berlanga en mis propias carnes.
El paso de Viola por la alcaldía fue breve y convulso, caracterizado por la oposición de las asociaciones vecinales. Adolfo Suárez, lo destituyó en diciembre de 1976.
El alcalde de la Transición
A Joaquín Viola lo sustituyó José María Socías Humbert en diciembre de 1976. Hombre de confianza de Rodolfo Martín Villa en Barcelona durante Transición Española fue nombrado por el Rey Juan Carlos I.
Socías Humbert tenía la plaza Sant Jaume llena de manifestantes. Las asociaciones de vecinos veían una oportunidad para conseguir mejoras. Y es que en sus primeras declaraciones, el alcalde había afirmado que “No puede haber una gestión eficaz si falta el diálogo”. Así que mientras unos pedían guarderías, otros transportes públicos. Es decir, pedían diálogo y lo que hoy vendría a ser una escucha activa.
Días negros
Durante su mandato ocurrieron dos sucesos muy dolorosos. El primero fue el atentado a la revista El Papus, por la extrema derecha. La Triple A puso una bomba el 20 de septiembre de 1977 y mató al conserje del edificio Juan Peñalver.
El segundo fue el incendio de la sala de fiestas Scala debido al lanzamiento de cócteles molotov el 15 de enero de 1978. Murieron cuatro trabajadores y la policía culpó a la CNT. Sin embargo, el periódico francés “Espoir” publicó en Toulouse la implicación de colaboradores de la policía como autores. Todos ellos infiltrados en la CNT.
Pragmatismo y diálogo
Sobre Socías Humbert, los barceloneses opinaban que era un alcalde dialogante y pragmático a pesar de ser un alcalde nombrado a dedo y no haber sido elegido democráticamente. En unas declaraciones recogidas por La Vanguardia, Socías Humbert comentaba: «Soy consciente de que me corresponde gobernar la transición en esta época pre democrática”. Josep Maria Socías Humbert dimitió en enero de 1979 y fue sustituido por su teniente de alcalde, el catedrático Manuel Font Altaba.
Narcís Serra y la democracia
Barcelona vivió sus primeras elecciones municipales democráticas el 3 de abril de 1979, cuatro años después de la muerte del dictador Franco. El socialista Narcís Serra fue el elegido para gobernar la ciudad.
A la mañana siguiente de haber ganado las elecciones, acudí con un redactor de El Periódico de Catalunya a realizar su primera entrevista ya como el primer alcalde democrático de Barcelona después de la dictadura.
Nos recibió en el despacho electoral del PSC que tenían en la Ronda Sant Pere esquina con Passeig de Gràcia, un local muy pequeño.
Nos hicieron entrar a una habitación que estaba llena de carteles electorales y un mapa de la ciudad con banderitas donde había dado los mítines. Mientras mi compañero lo entrevistaba, empecé a desplegar carteles y a dejarlos por el suelo y las paredes. Tímido como siempre, Serra miraba y no decía nada.
Siempre me ha gustado hacer tándem con los redactores y tener complicidad con ellos. En aquella ocasión, buscaba el momento para fotografiar al nuevo alcalde que al estar concentrado en la entrevista no podía estar por mi. Si de repente quería posar y controlar la imagen, el redactor le colaba alguna pregunta incómoda. Pero no solo le pasaba a Serra, sino a muchos entrevistados. Por eso, al final claudican y se decantan a prestar atención a las preguntas, cosa que me facilita el trabajo.
Cuando acabó la entrevista le pedí si por favor se podía sentar en el suelo con los carteles.
– No, si us plau, que estic molt cansat. Si m’ajupo, no m’aixeco.
– Doncs, a la butaca però no t’adormis
– No m’ho diguis dues vegades.
Después nos fuimos encontrando como alcalde, ministro y vicepresidente del gobierno de Felipe González. Incluso en Mallorca: era un clásico ir hasta Deià y pedirle que posara para nuestro periódico del verano.
El alcalde de los JJOO
El 2 de diciembre de 1982 Pasqual Maragall i Mira tomó posesión como alcalde de Barcelona en sustitución a Narcís Serra, cargo por el cual sería reelegido en 1983, 1987, 1991 y 1995.
Durante esos trece años a Pasqual Maragall tuve la oportunidad de fotografiarlo en muchos actos por la ciudad y en diferentes situaciones.
Me acuerdo que cuando era teniente de alcalde con Serra era bastante parco en palabras, hasta parecía antipático. No sé si era para marcar distancias. A veces uno, como periodista, se lo toma como una ofensa personal sin pensar que no estás solo y que puede ser que esa petición sea la milésima que le han hecho en las dos últimas horas y que tu periódico y tú no sois los únicos que existís ni los más importantes..
De todas formas, el Pasqui, como le conocían sus íntimos, se transformó cuando cuando ostentó la alcaldía
Ya en su campaña para presentarse como alcalde en 1983, veía la empatía con los vecinos y, con los niños, conectaba. Era capaz de dejar con la palabra en la boca a los periodistas que le seguían en campaña y salir corriendo, jugando a la pelota con unos niños. Eso es lo que pasó en la Via Júlia, en Nou Barris. Aún no sé si esa huida tras el balón fueron las ganas de relajarse haciendo ejercicio o para no contestar alguna pregunta.
Como muchos políticos que llevan la agenda con overbooking, Maragall acostumbraba a llegar a las citas entre 15 y 20 minutos tarde. Una vez, casualidades de la vida, llegó puntual y no había ningún redactor en la sala porque, conociéndole, se daban los 15 minutos de margen. Tengo la foto de su enfado.
Postales al alcalde
Después de los Juegos Olímpicos del 92 en Barcelona, como alcalde, Maragall recibió miles de cartas de personajes anónimos y atletas que habían estado en la ciudad y le agradecían las instalaciones deportivas, el trato recibido de los voluntarios, la hospitalidad de la ciudad y de sus habitantes.
Estaba tan contento que le dijo a Àngela Vinent, su mano derecha en comunicación, que viniera para fotografiarlas. Cuando llegué, pasé a su despacho. En unas estanterías reposaban unas cajas llenas de cartas y postales y Maragall las extendió sobre la mesa. Como si fuera un tesoro expuesto, las miraba, cogía una al azar, removía y buscaba otra. Se notaba que no era la primera vez que las leía.
Me dijo : “Escolta, Pepe, vull que fotografiïss aquestes cartes que he rebut. És una bona notícia pel teu diari. Mira aquesta, m’han fet el dibuix del Cobi. És d’un nen que va venir amb la seva mare. I aquesta, són d’unes atletes americanes…”.
Estaba tan ilusionado que parecía un niño al que le acababan de regalar el juguete esperado o que por fin ha terminado la colección de cromos. Estábamos solos en el despacho y para coger más se puso unas en la boca. Yo me quedé sorprendido, no sabía si traicionaba su confianza pero me pareció espontánea y tan tierna la escena que al final disparé.
Al agua patos
En el inicio de la temporada de las playas de Barcelona, esa Barcelona que había vivido de espaldas al mar y que gracias a las Olimpiadas ahora los barceloneses podíamos disfrutar, me dijo: “Pepe, quan s’acabi la presentació, em quedaré per aquí i faré temps banyant-me, que fa una calor tremenda i l’aigua està molt neta. He quedat amb els pares a dinar al Port Olímpic. Sigues discret, no vull que la gent pensi que estic fent campanya”.
Así lo hice, guardé las cámaras y estuve haciendo tiempo esperando por la arena entre los bañistas de la Nova Icaria, la playa junto al Port Olímpic.
Al cabo de un rato, Maragall apareció solo con un escolta. Llevaba una toalla, la extendió cerca de donde rompen las olas, se sacó la camisa y los pantalones, se quedó en bañador y se fue a nadar.
Los dos últimos alcaldes socialistas, Clos y Hereu
En 1997, Pasqual Maragall cedió la alcaldía de Barcelona a su teniente de alcalde Joan Clos y se trasladó a Roma con su mujer Diana Garrigosa, donde ejerció de profesor durante un año.
A Joan Clos lo había conocido cuando era regidor de Sanitat de l’Ajuntament. Un día, Josep María Huertas y yo le hicimos una entrevista en el Hospital de Sant Pau. Mientras visitábamos el recinto modernista nos explicó que era médico y que estudió y trabajó en el Hospital de Sant Pau. Su especialidad: anestesista. Y de la alcaldía saltó al Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, cuando el gobierno de Zapatero le nombró ministro. Así pues, el 8 de septiembre de 2006 Jordi Hereu tomó posesión como alcalde de Barcelona.
Jordi hereu sometió a consulta popular un plan de reforma de la Diagonal de Barcelona en 2010, una consulta rechazada por más del 87 por ciento de los votantes. En las elecciones municipales de junio de 2011 su lista electoral resultó derrotada y Trias, el primer alcalde convergente, le sustituyó.
Alcaldes no socialistas
En el 2009 dejé de trabajar para el Grupo Z y dejé de hacer prensa diaria. Así que no tengo fotografías de Xavier Trias como alcalde aunque sí que lo fotografié en actos como Conseller de Sanitat de la Generalitat de Catalunya.
A Ada Colau, la primera alcaldesa de Barcelona, la fotografié en Can Golferichs. Fue el pasado otoño, cuando mi amigo Jaume Fabre presentó Cròniques del Fang, un libro sobre los periodistas que informaron sobre Barcelona y sus barrios.
Gracias a ellos la ciudad es otra.