Hace unos días leí un artículo de Lara Gómez en La Vanguardia que comentaba que los vecinos de Sarrià querían hacer un homenaje a los premios Nobel de Literatura Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa poniendo una placa en los edificios donde vivieron durante su estancia en Barcelona.
Da la casualidad de que Vargas Llosa y García Márquez vivían a pocos metros el uno del otro; en la calle Osi y en la calle Caponata.
García Márquez residía en Sarrià desde 1969 y parece ser que cuando su amigo Mario le visitó en 1972, le gustó tanto la tranquilidad del barrio que alquiló un piso apenas a 60 metros de Gabo, en la calle Osi. Ambos compartían agente editorial, la conocida Carmen Balcells.
Placas y normas
El problema de que no haya ninguna placa conmemorativa está en la normativa municipal ya que según el ICUB, el Institut de Cultura de Barcelona, se necesita el consentimiento unánime de la comunidad de vecinos para colocar una placa.
Y la razón de dicha negativa es que muchos vecinos temen que se convierta el lugar como los búnkers del Carmel.
Siempre di que sí
El artículo de Gómez en La Vanguardia me ha recordado una anécdota con Gabriel García Márquez cuando empezaba mi profesión.
Era 1973 y acababa de entrar en la redacción del Tele/eXpres mientras seguía estudiando en la EMAV que estaba en el barrio de La Verneda.
Un redactor amigo del periodista Oscar Caballero me dijo que Oscar estaba buscando un fotógrafo para un trabajo en Barcelona. Caballero trabajaba para Cambio16, residía en París y había conseguido una entrevista con García Márquez. Viajaba expresamente desde la capital francesa y necesitaba un fotógrafo.
Me explicó que tendría que hacer fotos en color y blanco y negro. Para mí era un reto, estaba empezando mi carrera profesional y encontrarme con un personaje al que admiraba muchísimo -ya había leído “Cien Años de Soledad”- fue una bomba emocional y acepté de inmediato. ¡Sí!
Tormenta eléctrica en Sarrià
Llegué a casa de García Márquez en la calle Caponata, controlé los nervios y llamé al timbre. Abrió la puerta su esposa Mercedes y me ofreció pasar al salón. Allí estaban Gabo, un amigo de este y Oscar conversando. Me presenté y rápidamente saqué mis dos cámars Nikon F2 (tenía que hacer blanco y negro y color). Como había poca luz, puse el flash Metz 45 y empecé a pegar flashazos a diestro y siniestro.
Para asegurar, al principio tiraba a toda potencia con el flash directo, cuando me calmé, empecé a rebotar la luz del flash al techo para que la iluminación fuera más suave.
El salón se iluminaba con mis fogonazos como si una tormenta eléctrica estuviera descargando en el mismo Sarrià. Él, impertérrito, respondía al entrevistador con una capacidad de abstracción extraordinaria, como si yo no existiera, cosa que yo agredecía y seguía disparando.
Gabo estaba sentado cómodamente en un extremo de un sofá larguísimo, apoyado en el brazo junto a una mesita con discos Lp ‘s Don Mclean.
Gabo, el escritor con mono de trabajo
Recuerdo que me preocupaba tanto que alguna foto saliera mal, que no dejaba de disparar, sobre todo las fotos en color. Como eran diapositivas y hay que ser preciso, clavar la medición y controlar la temperatura del color, por si acaso tiraba un punto por encima y acto seguido disparaba otro por abajo de lo que media mi Nikon F2 Photonic. La cosa era asegurar la foto.
Al cabo de un rato, García Márquez se levantó y me dijo: ”Me voy a cambiar, porque veo que estás haciendo muchas fotos. Así tendrás otras diferentes”. Todo un detalle, pensé, a ver si se pone un traje o una americana.
A los cinco minutos se presentó con un mono azul de mecánico. Al verlo, debí de poner los ojos como platos porque enseguida se apresuró a explicarme que ese mono lo utilizaba mucho para escribir porque le resultaba cómodo. Dicho lo cual, continuamos la entrevista.
Nervioso, inexperto y emocionado, recuerdo que sudé la gota gorda y las fotos sólo las enseño como documento histórico. No se me ocurrió decirle que cambiara de lugar o incluso salir al exterior.
Para Pepe, 10 años después
Al cabo de unos años, volví a retratar a Gabo, un escritor mundialmente famoso en el despacho de su amiga y agente literaria Carmen Balcells.
Ya no residía en Barcelona, pero había hecho una escala en la ciudad antes de seguir su viaje a París. Estaba bastante reticente a las fotografías, supongo que debía de estar cansado de que lo mareasen de aquí para allá.
Llegué al despacho que Balcells tenía en la Diagonal igual de ilusionado que la primera vez. Cuando me presenté de nuevo, le aseguré que le molestaría muy poco, que tan solo le tomaría un par de fotos.
Le recordé que fui aquel pesado que le machacó con el flash en la entrevista para Cambio 16 en su casa de Sarrià y que perdonase mi poca experiencia que, después de diez años, había aprendido un poco más.
Se rió y fue igual de amable y paciente. Me pidió que le hiciese una foto con su amiga Carmen y después de posar, buscó un libro y me dedicó Cien Años de Soledad: «Para Pepe, 10 años después».
Gabriel García Márquez fue uno de los primeros escritores que fotografíe. Por suerte, he tenido la oportunidad de conocer y retratar a muchos más. Los encontrarás en mi galería dedicada a los escritores.