Cuando el fotógrafo Elliott Erwitt estuvo en Barcelona para ofrecer un taller en el IDEP, nos confesó que para él la fotografía es el arte de la observación: «Se trata de encontrar algo interesante en un lugar ordinario… Para mí, tiene poco que ver con las cosas que ves y en cambio, todo que ver con la forma en que las ves”, añadió.
Santiago Bartolomé era un fotógrafo muy intuitivo y observador, de esa clase de fotógrafos a los que se refería Erwitt.
La inquietud de Santiago Bartolomé, Santi, le hizo dejar su Vilanova i la Geltrú natal y trasladarse a Barcelona. Allí, estudió fotografía en el Institut Català d’Estudis Fotogràfics que por aquel entonces se ubicaba frente Miquel Galmès. Pronto se decantó por el reportaje y el periodismo, su pasión.
Empezó a trabajar como ayudante del fotógrafo Xavier Valls en el diario Avui. Eran años difíciles para entrar a trabajar en los periódicos, costaba mucho. Santi publicaba sus fotos sin firmarlas, una costumbre y menosprecio bastante habitual hacia el aprendiz/becario que se estilaba en cualquier rotativo. No se tenía demasiado en cuenta la autoría de la obra pero lamentablemente era una de las pocas maneras de poder entrar en un medio de comunicación: trabajar para el fotógrafo titular.
Uno de los requisitos que se planteó el nuevo diario El Periódico de Catalunya cuando salió a la calle fue buscar entre los fotógrafos de Barcelona de ese momento los que aportaran una nueva visión y estética en sus fotos y reportajes. Bartolomé colaboró desde el principio con su visión fotográfica.
Los diarios de la competencia empezaron a esforzarse para que las informaciones fotográficas aportaran más de sus fotógrafos. El Periódico había creado un estilo.
En 1982, Santi dejó de trabajar como colaborador en El Periódico para entrar en plantilla del diario vespertino El Noticiero Universal, donde cubrió toda serie de reportajes, especialmente de deportes, una de sus pasiones.
Forofo del motor, sobre todo de la F1, sabía y explicaba todos los secretos y características de esos cohetes con ruedas. No había detalle que no supiera, de sus motores o de la vida profesional y personal de sus pilotos. Después de una carrera, a la hora de comer teníamos la charla-resumen y las claves del porqué de la victoria de una escudería u otra.
La vuelta a El Periódico
No pasó mucho tiempo para que El Periódico de Catalunya lo fichase y lo incorporara a la plantilla de fotógrafos. Durante esos años, demostró su talento fotográfico y olfato periodístico realizando grandes reportajes de la vida diaria.
Fue una época apasionante para la redacción y los fotógrafos, que notábamos la presión de las noticias que no esperan. Una forma de destensar la situación era utilizar la ironía para criticar. Santi tenía esa habilidad especial. Otra, era la de cambiar los nombres a personas u objetos utilizando una jerga especial con la que deleitaba a sus amigos.
Un mentor que dejó huella
Desde Girona, Toni Vilches, un excelente fotógrafo, al enterarse del fallecimiento de Santi en 2011 comentaba: “Fa pocs dies que vaig saber a través de “The W side” de la mort del Santiago Bartolomé, fotògraf de El Periodico de Catalunya. Feia molts anys que no tenia contacte amb ell però per a mi Santiago Bartolomé em porta molts records i sempre li he tingut un apreci especial. Es podria dir que en certa manera gràcies a ell vaig començar a rodar en el món del fotoperiodisme ja que estant jo de becari a El Periódico ell va ser en moltes ocasions un mentor en permetre que l’acompanyés a fer els temes amb ell.
En un d’aquests temes, al quedar-se ell sense rodet, em va dir “dispara nin, que aquí hi ha una foto” i dit i fet vaig fer la “foto de la meva vida” que no era ni més ni menys que un petó que es va fer Bobby Robson (entrenador) i Carmen Sevilla (actriu) a la sortida d’un entrenament del Barça després de guanyar la recopa d’Europa.
Un dia us mostraré la foto i us explicaré amb més detall aquesta anècdota, tan sols dir que aquesta foto em va ficar dins el mercat.
Simplement recordo en Santiago Bartolomé amb el seu esperit de fotògraf i la seva ironia, especialment un dia que vam anar a fer fotos del festival Sònar de Barcelona i em va dir; “aquí el que has de fotografiar son aquest “bitxos raros” (en referència als espectadors del Sònar), i quan més “raros” millor!.
En fi, sempre recordaré en Santiago Bartolomé perquè va lligat als meus inicis en aquest món de la fotografia de premsa”.
Santi y la Mercè
Es verdad, al Santi lo tenías que conocer y no quedarte con la primera impresión del primer encuentro. Despistaba, al principio no sabías si te hablaba en serio o en broma como cuando vino supuestamente indignado por los nombre que se ponían ahora los grupos musicales…
En una ocasión, le tocó cubrir el BAM de la Mercè y mientras fotografiaba le preguntó a un compañero de la organización quién era el grupo que tocaba. La conversación fue más o menos así:
– Escolta, aquets qui sòn?
– «Ja t’ho diré»
“I jo, vinga! Allí parat com un estaquirot sense moure’m!”, me comentaba. “I després de força estona, el paio se n’adona que no em movia i suposo que al veure la meva cara perplexa va i em diu:
– «Ja to ho diré”, és el nom del grup!
– Ahh! Val!
– I després, toquen els Antonia Font, que no és una noia, és un altre grup…
Llegó indignado. “¿Tú crees que se tienen que poner estos nombres? Collons, nin, a on anirem a parar…”
El día del incendio
El punto débil de Santi era madrugar. Era su perdición, le costaba despejarse. Me acuerdo que en una época, estando soltero, compartía piso con otro fotógrafo, Carlos Montañes Vivían al lado del hospital de Sant Pau. Santiago prefería una habitación más pequeña, menos luminosa pero en silencio, sin ruido, alejada de la habitación principal que daba a la calle Pare Claret llena de luz y de sirenas de ambulancias….
El problema lo tenía yo, cuando lo llamaba a las 8 o 9 de la mañana para pasarle un trabajo urgente. ¡Ring.. ring! ¡Ring, riiingg!(aún no teníamos teléfonos móviles). El teléfono sonaba y sonaba y en ese piso nadie se levantaba. Carlos tenía un problema de audición (o se hacía el sordo) así que solo después de mucho sonar se oía una voz. Yo me imaginaba a Santi saliendo de la cueva oscura y tranquila, como un osito que deja su hibernación, en calzoncillos, restregándose los ojos avanzando por el pasillo hasta llegar al teléfono, que estaba al lado de Carlos.
– Digui!
– Santi, perdona, pero hay un trabajo urgente y no encuentro a nadie.
– Nin! Que em vaig anar a dormir molt tard… Que vaig estar jugant a billar al Snooker
– Sí, Santi, pero no tengo a nadie. Tendrías que ir a un incendio, parece ser que ha sido por una explosión de gas en la calle Borrell…
– Val! Ara em dutxo, que si no, no soc ningú i vaig corrent. L’adreça?
– Apunta la dirección y no vuelvas a la cama a dormir, ¿eh?
– Que no, nin, que no, collons!
Como jefe estaba seguro que tendría un gran reportaje del evento y así fue. Obtuvo la mención honorífica del premio Ortega y Gasset, en 1990 por la foto de la explosión de gas del inmueble de la calle Borrell.
Barcelona ‘92
Durante los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, Santi fue uno de los fotógrafos del diario que cubrió la ceremonia de inauguración. En la tribuna de prensa donde todos los corresponsales extranjeros tenían una pequeña mesa con un monitor y todos los canales de televisión del mundo, se fijó que uno (que no debía estar mucho por la labor) tenía conectado un canal porno.
Esta foto fue seleccionada por el editor Ricardo Feriche para un libro, encargado por La Fábrica de las mejores fotos de Barcelona de una época.
La hora del patio
Al mediodía, Santi siempre acudía a comer con los compañeros en el restaurante. Era como estar en el patio del cole, se juntaba con los colegas del Avui y los nuestros.
Conversador afable y apasionado en sus temas preferidos, era una persona que no te dejaba indiferente, supongo que eso sedujo a Carlota, su mujer y con ella disfrutó de momentos felices, en la Cerdanya y en l’Empordà. Cuando llegaba a Cadaqués, salía a bucear, eso le relajaba. Me contaba que conocía un lugar donde siempre encontraba mejillones de roca y no se lo decía a nadie.
– Nin! Això és com els bolets! Tu has vist alguna vegada a un caçador de bolets que et digui on els agafa?
Últimos años
Antes de que en 2009 un ERE en el Periódico lo alejase -a él y a muchos- de su pasión favorita, Santi estuvo en la edición gráfica y era el encargado de cerrar y realizar los ajustes para la segunda edición. La noche era su aliada y amiga.
Cuando llegaba a casa de madrugada, su mujer y su hija dormían. Su gato le esperaba y nada más abrir la puerta, salía disparado escaleras abajo hasta el rellano del piso inferior. Santi lleno de paciencia, bajaba las escaleras y lo iba a buscar. El gato iba repitiendo el juego hasta salir los dos a la calle. Santi comentaba: «És un gat, però sembla un gos, necessita sortir al carrer, fer una pixadeta per marcar territori i, apa!, cap a casa». Entonces Santi abría el portal y el gato después del corto paseo por la calle Aribau subían los dos, esta vez en ascensor. La ceremonia se repetía casi cada noche.
Hoy hace once años que Santi, Santiago Bartolomé Figueras, murió.
Se le sigue añorando.